!Cesad de apagar la rabia que os devora con la sangre que corre por vuestras venas! !Deteneos, y que vuestras manos homicidas arrojen al suelo los aceros que empleaís en el crimen!
Juzgando sus pesares por los míos, respeté su soledad y continué mi paseo, sin procurar estorbar al soñador que con tanto cuidado quería evitar mi encuentro.
Si mis ojos vieran ese milagro, declararía herejes a mis ojos... Sería necesario quemar unos ojos que tantas veces han sido bañados en lágrimas, unos ojos que de tal modo traicionarían al culto de mi corazón.
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